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viernes, 27 de agosto de 2010

Nueva York




Este verano viajé a Nueva York, la ciudad de los rascacielos, la jungla de asfalto. El New York, New York de Frank Sinatra, de Sex in the city, de los super-héroes. También el NY de los "tristes sucesos" de Neruda. Lorca advertía que "la aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas". Los que habían ejercido de turistas previamente, me dijeron que podía comprar ropa muy barata de marca registrada y me recomendaron que fuera con una maleta vacía. También me dijeron que la gente era muy amable, que caminaría millas y pesaría en libras, que el cambio nos favorece y que Manhattan es impresionante. Y así fuimos, camino a Boston, a la casa más bonita que he visto "in all my life" a conocer a las personas que se convertirían, sin lugar a dudas, en lo mejor de mi particular "american beauty". Tengo que agradecer el calor recibido en North Easton y, más tarde, en Newark por nuestra intrépida anfitriona medio neoyorkina, medio española. Gracias a ellos hemos podido relajarnos para observar, oler, escuchar y sentir la vida de una parte de Estados Unidos.
Si digo que en la llegada a NY descubrí una ciudad preciosa, mentiría. Llegamos en el tren desde Boston, al atardecer y, a través de cenagales, se divisaba una ciudad espectral coronada por el Empire State. Fuimos recibidos en un oscuro túnel donde la temperatura podría alcanzar los 50ºC y la llegada a Newark fue regada por un cielo que lloraba gotas del tamaño de pelotas de ping-pong y relámpagos que anunciaban la furia de la City. Más tarde, calmada la natura, el Empire State nos esperaba para hacer realidad el imaginario que ya tenemos de NY. Que yo ya conocía el edificio Chrysler, ya conocía Liberty Island, yo ya había visto esta ciudad tantas veces en cine, en TV, en fotos. Reconocía ávida esta imagen de alturas imposibles, de luces y cielo muerto. Ahí estaba el NY impresionante, impactante... Después, abajo, todo fue ruido y caminar, caminar, caminar por la quinta avenida, por la sexta, por las calles, Broadway, el puente de Brooklyn (lo terminaremos en otra ocasión). Con nuestra anfitriona todo fue fácil. Ella, que se ha recorrido casi cada calle de la mega-ciudad, conoce dónde, cómo y cuándo.
Descubrí que las desigualdades pueden ser verticales: en el ático, planta 75, un multimillonario agita su martini rodeado de plantas y risas; en la planta baja, una mujer desposeida duerme en el cajero del banco. El Olympo de los dioses existe en NY, pero el infierno está en sus calles.
Después de esta enriquecedora experiencia de Little Italy, Chinatown, Soho y MOMA, volvimos a la casa que casi hemos hecho nuestra en North Easton y de ahí al condominio de alta densidad donde habito, escribo, leo y pienso...
Por cierto, no llegué a encontrar la ropa barata... me quedo con Wrentham Village.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Requiem


Cada vez que se muere una persona querida pienso todas las buenas canciones que dejará de escuchar, los buenos momentos que se perderá, las reuniones en las que no estará. Pienso que, para mí, todo tenía más sentido sin su ausencia porque podía compartir con alguien más. Hace un año, cuando murió mi querida tía, hermana de mi madre, no esperaba que su recuerdo fuera permanente. Incluso, a veces, me llega el olor a su colonia, su risa, su voz. Siento que me felicita el día de mi cumpleaños y que volverá a felicitarme esta Navidad. Mi tía siempre me regalaba algo por mi cumple, mi santo y para reyes. Y yo siempre le traía algún souvenir de mis viajes o le enviaba una postal con un “te quiero” y besos que solían llegar después que yo.

Ella ya no está y no podrá saber nunca más que el mundo se asfixia, que este sistema productivo, en el que se han logrado los mayores progresos tecnológicos, médicos, energéticos, científicos, está gobernado por personas que son incapaces de hacer nada para parar la destrucción de las condiciones de habitabilidad del planeta Tierra. A mi tía le asustaría el cambio climático. Ella veía España directo y tenía miedo de casi todo. Era una mujer que confiaba en los dirigentes políticos. Me alegra que no se entere de que la cobardía de esos dirigentes va a mandar muchas de las posibilidades que podrían tener las generaciones futuras al cubo de la basura reciclable. A ella no le pilló la crisis, no pudo decirme por teléfono: “Carmen, ¡qué mal están las cosas!”. Tampoco se compadecerá de la valiente Aminatou Haidar que, igual que Ghandi, está poniendo en jaque a los gobiernos marroquí y español con su lucha pacífica.
Mi tía ya no puede hacer nada al respecto. Tú y yo seguimos vivos ¿Qué vamos a hacer? ¿Esperar a morirnos?

viernes, 15 de mayo de 2009

José Luis Sampedro: Un sabio en el campus


El pasado 6 de mayo de 2009, tuvimos la suerte de contar con José Luis Sampedro en la Facultad de Económicas de la UGR. Para las personas que se lo perdieron, aquí tienen un video de un autor que a sus noventa y tantos es dueño de una lucidez y un discurso envidiables.

Además, quien quiera profundizar, puede leer su último libro "Economía Humanista", donde se recopilan algunos trabajos de uno de los intelectuales más queridos de España. En esta cuidada colección de artículos llama poderosamente la atención la actualidad que rebosan algunos textos escritos hace más de veinte años. Sin duda, tiene usted un sólido método de análisis profesor Sampedro.




viernes, 28 de noviembre de 2008

Life at the End of Empire

"Life at the End of Empire" es un documental altermundista que cuestiona certeramente lo absurdo de nuestro sistema socioeconómico, tan basado en la sobreproducción y en el consumo desenfrenados. Es poético, filosófico y científico a la vez. Incluye la participación de grandes pensadores antisistema, como Derrick Jensen, Thomas Berry, Richard Heinberg y Ran Prieur, entre muchos otros.