La imagen de la mujer que se presenta en los medios de comunicación es un mar de contradicciones entre la realidad y el deseo. La publicidad da soluciones para una realidad dibujada con mujeres hinchadas por los gases, que se orinan encima, que están estreñidas, con los muslos escocidos y vaginas resecas. Arrugadas, gordas, insatisfechas, con rozaduras en los pies y preocupadas por cómo eliminar las manchas de la ropa. El deseo viene en forma de bote de perfume o de coche, acompañado por una mujer etérea que nunca pasa de los treinta. Depende de lo que haya que vender la mujer es lasciva, amante esposa, madre, objeto, ama de casa, trabajadora, ejecutiva agresiva. Nosotras mismas desfiguradas, manipuladas interiormente para encontrar hueco en la hiperrealidad: botox, ácido hialurónico, implantes de mamas, globos gástricos, pastillas antidepresivas, pastillas para dormir, ansiolíticos, lentillas de colores, liposucciones. Total, ¿para parecerse a quién? ¿A Carmen Lomana? ¿A Sara Montiel? ¿A “la Esteban”? ¿A Sara Carbonero? ¿o a la vecina del quinto? Ahhh!!! Que no, que es para ser nosotras mismas porque “me siento mejor”. ¿Te diste cuenta de que eso lo dijo el vendedor: “Señora, con unas tetas nuevas estaría estupenda”? Poco a poco, dejaremos de ser mujeres que miran a mujeres con ojos de macho alfa. Dejaremos de mirarnos al espejo de la hiperrealidad que construyen los medios, que es más real que nuestra propia realidad. Dejaremos que la vida nos despeine.
No hay comentarios:
Publicar un comentario